Con una zancada lenta, constante y rápida, adelantamos a un grupo de excursionistas que suben a la cima de una montaña conocida y nos perdemos en el horizonte en unos minutos. Hacemos cumbre, comprobamos el tiempo realizado, miramos el horizonte y bajamos de nuevo. Poco más arriba de donde les adelantamos, pero en dirección contraria, les volvemos a pasar levantando polvo y piedras, zumbando al viento y haciéndoles apartar del camino para dejar paso. “¡Mírales! ¡Van como cabras!” comenta alguno. Lo sabemos y es verdad, estamos locamente viciados por el mountain running.
UNA AFICIÓN QUE CRECE Tras el calentamiento de rigor, bajo a realizar mi sesión de entrenamiento diaria. Cierro el portal y entro en el mundo del corredor aficionado de cualquier ciudad o municipio de nuestro país: pasos de cebra, coches, farolas, semáforos. Llego al parque de turno y el tema cambia: perros, bicicletas, señores/ as con bastón, balones, botellones y demás objetos pasan alrededor. Entonces subo una cuesta y llego a un alto. Miro el horizonte y allí al fondo se dibuja un perfil que corta el cielo: es la montaña, la libertad, el aire puro, el espacio. Sea por afición, sea por variar, sea por lo que sea, las carreras de montaña están teniendo cada vez más popularidad y participación. A principios de los 90 en España había poco más de una decena de carreras que concentraban a 40 ó 50 corredores. Ahora hay medio centenar de pruebas que reúnen a cientos de corredores. Y cada vez más y más. España es el segundo país más montañoso de Europa. Excepto en las llanuras de las dos mesetas castellanas, es raro no encontrar un perfil entrecortado en el horizonte al que acudir para desarrollar nuestra más querida afición. Correr por la montaña es transformar algo tan simple y natural para nosotros en una experiencia alucinante. ¡Compruébalo! En los corredores de montaña comúnmente se unen dos deseos: superarse a sí mismo e intentar conquistar la naturaleza. Pero, cuidado, no hay términos medios. Cuando alguien realiza su primera carrera de montaña el resultado es siempre el mismo: o se odia o engancha para siempre. De la teoría a la práctica Teóricamente superar los obstáculos que la montaña nos impone no es difícil para cualquier ser humano. Hacerlo corriendo en cambio es bien distinto. Lo más importante es la adaptación al medio: controlar el ritmo en las subidas, correr por pedreras o neveros, bajar entre riscos o por estrechas sendas. CADA PISADA ES VITAL Cada zona tiene su dificultad. Las subidas apenas dejan correr, la zancada se debe acortar y el avance es mínimo. En las alturas el oxígeno es menor y cada bocado de aire se hace más difícil. Las bajadas pueden hacerte rodar si no controlas tus apoyos. Es cuestión de tiempo y confianza. Con la práctica vas conociendo cómo y dónde poner el pie. Y cada instante tiene su sorpresa, quizás por eso nos guste. Cada metro que recorres es una experiencia nueva para tus pies, para tu vista, para tus oídos y el resto de sentidos. |
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